“Tengo mil cosas que hacer, me tengo que apurar...”, y mientras
decía rápido una oración salí de mi casa corriendo.
Durante el día no tuve tiempo de escuchar a los demás, no tuve
tiempo de detenerme con quien me necesitaba...Demasiadas cosas que hacer, esta era mi queja constante. Y así sin
darme cuenta tuve tiempo de morir y cuando ante el Señor me presenté, en sus manos tenía un libro, el libro de la Vida. Miró con tristeza
en él y me dijo:
“Tu nombre no puedo encontrar, alguna vez lo iba a escribir pero
nunca tuve tiempo”.
Esta historia no la invente yo, es una reflexión de alguien más y
¿sabes? desde que la leí en un libro la tengo muy en mente. Como que a todos
nos pasa.
Vivimos acelerados, agobiados por mil cosas y no nos percatamos de
tantas necesidades que hay a nuestro alrededor e incluso en nuestro interior.
En nuestra casa, con nuestra raza de amigos, en las clases, cuántas
veces preferimos nuestra comodidad, ¿y los demás?... que se las arreglen.
Cuando un amigo me pide un favor:
"Aguántame, ahora no puedo"...
¿Paciencia con mi hermano?
“ni pensarlo es muy necio”...
Ir a misa, “¿A qué hora?
¡No tengo tiempo!... y demás.”
Y es que se nos olvida que existe un día que se llama mañana.
Se nos olvida que el amor es algo tan valioso que tenemos que dar
para poder poseer y sobretodo, se nos olvida que la Única certeza que tenemos
en esta vida, es que estamos de paso, y el tiempo que Dios nos regale lo
debemos aprovechar para ganarnos la eternidad.
El desperdicio de nuestra vida estará en el amor que no hayamos
dado.
Por eso, cada día, aunque estamos cansados: ¡Hay que vivirlo al
máximo!
Cada problema o decepción que nos haga ver todo fatal, hay que
ponerlo en manos de Aquél que más nos ama y darle para adelante. Y que de cada
persona con la que nos relacionemos, hay que aprender algo y regalarle lo mejor
de nosotros mismos.
El tiempo no regresa, sólo avanza, por eso, vive tu vida con
decisión y valor...
Sostente de tus principios, no los de la moda, porque la verdad y
los valores raramente se ponen de moda. Y si caes, no importa, cada tropiezo te
hará madurar para levantarte más alto, de esta forma enseñaras a los demás lo
importante que es vivir.
Tú y yo, cada uno de nosotros, sabemos dónde tenemos que echarle
ganas para hacer de nuestra vida la mejor de las inversiones.
Y así, el día que tengamos ganas para hacer de nuestras vidas la
mejor de nuestras inversiones, el día que llegue nuestro tiempo de morir porque
así Dios lo quiera, podamos llegar a Él con las manos vacías...
Vacías por haber entregado todo el amor que había en nuestras
manos.
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