Oh adorado San Antonio, el más gentil y amable de los
Santos, por tu ardiente amor a Dios, tu excelsa virtud, y tu gran caridad
hacia sus semejantes, te hicieron merecedor de poseer gran poderes
milagrosos aquí en la tierra como no le fueron otorgados a ningún otro
santo.
Los milagros aguardan en tu palabra, y esa palabra que está
siempre dispuesta a pedir, a petición de los que atraviesan problemas
y circunstancias difíciles.
La oración ansiosa de la amarga prueba nunca fue dirigida a
ti en vano. A los enfermos les devolviste la salud; restauraste a
todos los que algo se les había perdido; a los afectados por el
dolor fueron objetos de tu tierna compasión; hasta los muertos
elevaste a la vida cuando el corazón herido clamaba a ti desde el
fondo de su amarga angustia.
Animado por este pensamiento, y convencido de la eficacia de tu
santa intercesión, me arrodillo ante tu imagen santa y lleno de confianza,
te imploro que me alcances la gracia de ...
(aquí mencionar el pedido).
La respuesta a esta oración puede requerir un milagro. Aun
así, ¿no eres tú el Santo de los Milagros?
San Antonio amado, ven y ayúdame a sanar las heridas que
han permanecido como causa de mis dolores no superados. Alivia mi corazón
de este peso y sánalo del resentimiento que ha anidado dentro de mí
Oh gentil y amoroso San Antonio de Padua, cuyo corazón está
siempre lleno de compasión humana, susurra mi humilde oración a los
oídos del Niño Jesús, quien amaba quedarse en tus brazos.
Ven y libérame de toda carga emocional que me mantiene atado a un
mundo lleno de dolor y frustración. Ven y libérame de toda pesadumbres y falta
de ánimo para actuar con decisión.
Líbrame, Oh querido San Antonio, de las trampas mortales de mis
enemigos y de las asechanzas del mal que rondan cuando me siento sin
esperanzas.
Una palabra tuya y sé que lo que pido en mi oración será
concedido. En el nombre poderoso de Nuestro Señor Jesucristo te lo imploro.
Amén.
Rezar el Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
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