El domingo
pasado, con el episodio de la tormenta calmada en el Lago Galilea, llegábamos a
la conclusión de que, al Señor, lo hemos dejado demasiado dormido. Que no es Él
quien se desentiende sino, en todo caso, somos nosotros quien lo dejamos de
lado.
1.- La eucaristía
de cada domingo, entre otras cosas, nos recuerda algo esencial y no tangencial
en la vida de un cristiano: podemos y tenemos que decir mucho en las diferentes
situaciones que nos acompañan. Lo decía el Papa Francisco el pasado domingo en
Turín: “Vivid contracorriente”. Y es que, lo fácil, es dejarse arrastrar y lo
meritorio es hacer frente aún a riesgo de ser señalado. ¿No es acaso mejor
cerrar los ojos al mundo con la conciencia de un deber cumplido que no omitido?
¿Somos
conscientes que, nuestra fe, es una vitamina de vida y no de muerte? Cuando uno
escucha el evangelio de este día llega a las siguientes conclusiones:
-Nuestra Iglesia
no es un tanatorio donde se recibe cuando se muere
-Nuestra fe no es
un vestido que se utiliza cuando morimos
-Nuestra amistad
con Cristo no está centrada en la muerte
sino en su resurrección
O dicho de otra
manera: ser cristiano no es hacer pompa fúnebre sino, en todo caso, una ola a
la vida. ¿Y dónde está esa VIDA? Ni más ni menos que en Jesús.
Hoy, con el
evangelio en la mano, vemos que la fe cura y salva. Y que las ideas, sin fe, a
veces esclavizan y matan.
2. La fe es la
condición imprescindible para la actuación de Dios. Y, hay que reconocerlo,
preferimos abandonaros en manos de lo inmediato, echarnos en los brazos de la
simple y pura ciencia antes que confiarnos exclusivamente al Señor.
Pidamos al Señor
que nuestra fe sea inconmovible y confiada. Que nada ni nadie nos aleje de Él.
Sólo Él puede sacarnos de situaciones que dificultan nuestra felicidad. ¿Tienes
fe? nos pregunta el Señor; sanarás, te recuperarás, brillará de nuevo en ti la
alegría de vivir.
¿Tienes fe?
Entonces no te faltará auxilio en los momentos en los que, por debilidad o
enfermedad, veas que la vida se te escapa irremediablemente
¿Tienes fe?
Cuídala. Con una oración sincera. Con la escucha de la Palabra de Dios. Con la
contemplación. Con el agradecimiento a Dios por haberte hecho hijo suyo por el
Bautismo.
¿Tienes fe? No
te des por vencido en las causas nobles. Lucha con toda tu alma para que, el
mundo que te rodea, deje de ser un flujo de injusticias, de sangre o de
desencanto.
¿Tienes fe?
¡Entonces, el Señor, te necesita! Eres de los suyos. Ofrécele, tu fe, como
respuesta.
¿Tienes fe?
Entonces pídele a Cristo que te conceda vida abundante y de la buena. No
esperes a estar enfermo para recurrir a Él y, si te llega la debilidad,
entonces que te encuentre fuerte en tus convicciones y confiado en su persona.
A lo dicho que,
nuestra Iglesia, no es un servicio de pompas fúnebres sino una casa donde la
vida sacramental nos llena de ilusión, valor y coraje en todos los instantes de
nuestra vida. ¿Su secreto? ¡Cristo sanador! ¡Cristo salvador!
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