Una hija espiritual del Padre Pío se había quedado en San
Giovanni Rotondo tres semanas con el único propósito de poder confesarse
con él.
Al
no lograrlo, ya se marchaba para Suiza profundamente triste, cuando se
acordó que el Padre Pío daba todos los días la bendición desde la
ventana de su celda.
Se animó con la idea de que por lo menos recibiría su bendición antes de partir y salió corriendo hacia el convento.
Por el camino iba diciendo para sus adentros:
“quiero un saludo grande, grande, sólo para mí”.
Cuando
llegó se encontró con que la gente se había marchado pues el Padre
había dado ya su bendición, los había saludado a todos agitando su
pañuelo desde su ventana y se había retirado a descansar.
Un
grupo de mujeres que rezaban el Rosario se lo confirmaron. Era inútil
esperar. La señora no se desanimó por eso y se arrodilló con las demás
mujeres diciendo para sí:
“no importa, yo quiero un saludo grande, grande, sólo para mí”.
A
los pocos minutos se abrió la ventana de la celda del Padre y éste,
luego de dar nuevamente su bendición, se puso a agitar una sábana a modo
de saludo en vez de usar su pañuelo.
Todos se echaron a reír y una mujer comentó: “-¡Miren, el padre se ha vuelto loco!”.
La hija espiritual del padre comenzó a llorar emocionada. Sabía que era el saludo “grande, grande” que había pedido para sí.
Feliz día de San Padre Pio ! Un abrazo grande, grande ... desde Paraguay!
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