1.- Para los que nos sentimos Inquisidores Generales del Reino,
con derecho a enmendarle la plana al mismo Dios,
este evangelio nos da pie a corregir a los demás…
Naturalmente, ¡ay de aquél que intente corregirnos
a nosotros!
No es esta la corrección que el evangelio de hoy proclama. Se
trata de corrección entre hermanos, no de arriba
abajo, no la corrección del justo al pecador, como
puede sonarnos. Corrección de hermano a hermano,
de igual a igual, de pecador que necesita perdón a
pecador que también lo necesita.
No se si será irreverente pensar que el Señor Jesús, al que
llamaron comilón y bebedor porque participaba en
banquetes cuando le invitaban, y no olvidéis que
en el de Caná el mismo Señor proporcionó nada
menos que seiscientos litros de vino. Digo que
posiblemente sería testigo de esas escenas
similares y distintas que se dan cuando corre
demasiado el vino: el borrachín solitario que
regresa a casa, solo, dando tumbos de farola en
farola. Y el de aquellos que con la camaradería
que da una misma borrachera se pasan el brazo por
el hombro y mal que bien dos o tres unidos caminan
mas o menos rectamente.
Esta es la corrección fraterna, la de dos o tres que necesitan el
mismo perdón, la de los borrachines que aúnan
menguados esfuerzos.
Modelo de corrección fraterna es san Dimas, el ladrón. Él
comienza por reconocer su pecado: “nosotros
sufrimos lo que merecemos…”,”a si que cállate y
deja en paz a esta buena persona que muere con
nosotros…” El evangelio calla el efecto de esta
corrección, lo cierto es que el otro ladrón no
vuelve a decir palabra, quien sabe si detrás del
Señor Jesús se entraron el Reino estos dos
hermanos borrachines cogidos del bracete, porque
ambos necesitaban la ayuda de Dios y de su otro
hermano.
2.- La corrección fraterna nunca debe tener visos de venganza, de
envidia satisfecha; tiene como fin salvar al
hermano, no marcharlo, no pisotearlo tratando de
apagar la mecha que aún humea.
Cuando, a pesar de todo, alguno se aparta de la Casa Paterna, es
él mismo quien se excomulga, se aparta, pero en la
casa del Padre debe quedar siempre una ventana
encendida de noche y la puerta abierta de día por
si el hermano que se fue regresa.
El Padre del hijo pródigo ni apagó la luz de su ventana ni cerró
la puerta. Al contrario, cada día salía a lo alto
del camino para ver si el hijo volvía.
3.- No tenemos que acudir a la denuncia corrigiendo porque al
hermano le faltó la silenciosa corrección de
nuestro buen ejemplo. ¿Es culpable él porque se
aleja o somos culpables nosotros que con nuestro
mal ejemplo le echamos?
4.- Cuando se clama por una severa corrección se suele apelar a
los derechos de la Verdad, olvidando que el único
sujeto de derechos es el hombre. Enristrar la
Verdad para desplomarla brutalmente sobre la
cabeza del hermano no es cristiano. Hay que
agarrar la verdad por el mango del Amor.
No se trata del salvar al hermano que huye de esa Verdad. No es
abrasar al hermano en la hoguera de la Verdad. Es
iluminar el camino del hermano que se adentra por
el camino tenebroso del error.
5.- Pues que cuando tengamos que corregir –y que sean pocas veces
o ninguna– que lo hagamos como borrachines
necesitados del apoyo de aquel mismo al que
corregimos.
José María Maruri, SJ
Solo el que lo hace por amor, hace una verdadera corrección fraterna y no una crítica. Es difícil y lo que se nos pide es lo de siempre, que actuemos con la máxima caridad. Pienso que es más fácil recibirlas que hacerlas!!
ResponderEliminarUn saludo!
Que verdad tan grande, hay veces que nos creemos con derecho de corregir al hermano porque es tan fácil ver lo malo que hacen los demás!!! pero cuando se trata de nosotros que indulgentes somos!!!, Gracias Magda por esta reflexion.
ResponderEliminarQue la Paz del Señor este siempre contigo. Un besito cielo.