Oración.
¡Oh, Bendita Virgen María
de la Merced!
¿Quién podrá darte las debidas
gracias y alabanzas por la solicitud tan maternal con que siempre
has atendido a todas las almas?
¿Qué alabanzas
podrá tributarte el frágil mortal que no haya aprendido
de ti, Madre mía?
Dígnate aceptar nuestras
plegarias que con todo fervor te dirigimos para agradecerte tantos
y tan grandes favores que hemos recibido de tu maternal bondad.
Son pobres y desproporcionadas a tus beneficios, pero no pongas
tus ojos en ellos, piensa más bien que somos tus hijos
y que, como hijos muy amantes te las dirigimos.
A recibirlas
alcánzanos el perdón de nuestros pecados y redímenos
del castigo por ellos tenemos merecido.
Escucha propicia nuestras
plegarias y haz que consigamos la dicha eterna.
Recibe nuestras ofrendas, accede
a nuestras súplicas, disculpa nuestras faltas, pues eres
la única esperanza de los pecadores.
Por tu intercesión
ante tu Hijo esperamos el perdón de nuestros pecados y
en ti, oh Madre celestial, tenemos toda nuestra esperanza.
Virgen
excelsa de la Merced; socorre a los desgraciados, fortalece a
los débiles, consuela a los tristes, ruega por nuestra
Patria, intercede por el Papa, por los Obispos, por los Sacerdotes,
por los presos y sus familias; que experimenten tu protección
maternal todos cuantos se acerquen a ti con devoción y
confianza.
Está siempre dispuesta a escuchar las oraciones
de los que acuden a tus plantas, de manera que vean siempre cumplidos
sus deseos.
Ruega sin cesar por todo el pueblo cristiano tú,
oh Virgen dichosa, que mereciste llevar en tus entrañas
purísimas al Redentor del mundo, que vive y reina por
los siglos de los siglos.
Amén.
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