-Una tienda cuyo techo sea el cielo que nos
habla
de tu presencia Señor.
-Una tienda, sin puerta de entrada ni salida,
para que siempre nos encuentres en vela,
despiertos y contemplando tu rostro.
-Una tienda en la que todos aprendamos
que la CRUZ es condición necesaria e insoslayable
en la fidelidad cristiana.
-Una tienda que nos ayude a entender que aquí
todos somos nómadas. Que no importa tanto
el estar instalados cuanto estar siempre cayendo
en la cuenta de que todo es fugaz y pasajero.
-Una tienda, Señor, que nos proteja de las
inclemencias de los fracasos y tumbos de nuestra
vida cristiana.
-Una tienda, Señor, que nos ayude a ESCUCHAR
tu voz en el silencio del desierto.
-Una tienda, Señor, por la que a través
de su ventana contemplemos para salir rápidos
los avatares del mundo
-Una tienda, Señor, donde cuando amanezca
escuchemos la voz de Dios que nos llama al trabajo,
al llano, al compromiso activo y sufrido por tu reino.
-Una tienda y mil tiendas, Señor, donde
permanentemente sintamos cómo se tambalea
su débil estructura al soplo de tu voz:
“Tú eres mi Hijo amado”.
P. Javier Leoz
Es una gran alegría encontrar personas que, como tú, viven a Dios tan apasionadamente. Gracias, hermana.
ResponderEliminarUn abrazo.