Sin saber cómo ni por
qué,
he dicho “no” a lo que
me degrada.
Me prometieron ser más
feliz lejos de ti
y, veo, que son más
desdichados
los que de ti
apartaron.
Me señalaron que, con
pan, vino y dulce
no tendría necesidad
de más sustento
pero, con el tiempo,
he aprendido
que, el dulce
empalaga,
el vino embriaga
demasiado
y el pan se endurece
sobre la mesa
Sólo Tú, Señor,
conservas la frescura,
eres algo siempre
nuevo
y, en tu Eucaristía,
permanentemente tierno.
¿Cómo voy a dejarte,
Señor?
Ayúdame, Jesús, a
combatir el buen combate.
A defender mi fe y mi
esperanza.
A no esconder mi
rostro,
cuando el enemigo me
pregunte
si yo tengo algo que
ver contigo.
Gracias, Señor.
Conocerte ha merecido
la pena.
Servirte es mi lucha
cada día.
Y, no caer en la
tentación de la debilidad,
es mi oración a Ti
confiada.
Guárdame y ayúdame,
Señor,
a salir victorioso de
tantas dudas
que siembran en mí
interior incertidumbre.
Amén.
P. Javier Leoz
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