El amante se define por lo que ama. Así lo explicaba Sócrates cuando,
pocas horas antes de morir, presentó cuatro amores diferentes: el amor
al cuerpo, el amor a las riquezas, el amor a los honores, el amor a la
sabiduría.
En griego, “philosómatos” es el amante del cuerpo; “philochrématos”
quien ama las riquezas; “philótimos” el enamorado de los honores; y
“philósophos” el amante de la sabiduría.
De cada amor surge un tipo de persona y un modo de vivir. Quien ama
al cuerpo dedicará lo mejor de su tiempo a mejorarlo, a gozar de salud y
fuerza, a aparentar belleza, a disfrutar de aquello que llega a los
sentidos.
Quien está enamorado de las riquezas, escogerá entre los mil caminos
que hay para conseguirlas: trabajo, buena suerte, apuestas (tan
inseguras y tan tentadoras), amigos, prestamistas, acciones deshonestas…
También el amante de honores verá cómo conseguir aplausos,
reconocimientos, más “likes” o “me gusta” en Facebook, más triunfos y
más admiradores en diversos niveles: entre familiares, amigos,
compañeros de trabajo, personas encontradas casualmente.
Por último, y según esa enumeración que Platón pone en boca de
Sócrates, el amante de la sabiduría dedicará su tiempo y sus anhelos a
la búsqueda de la verdad, sin estorbos, sin engaños, sin velos, sin
misterios.
¿Hay más amores? Sí: entre los primeros cristianos se usaron algunas
palabras para indicar a los amantes de Dios, de la belleza, de la
bondad.
Cada ser humano tiene ante sí diferentes caminos a la hora de escoger
el amor de su alma, cuando decide invertir su existencia en un camino
concreto y definitivo. Las opciones surgen en momentos de mayor
intensidad, o a lo largo de pequeños pasos que perfilan las preferencias
más profundas.
Para quien ha descubierto la bondad de Dios, la cercanía de Cristo,
la grandeza de la Redención, tiene sentido una opción muy concreta y
profunda: amar a quien nos amó primero. Sólo entonces el alma se
convierte en “Filotea” (amante de Dios), en alguien que escoge a Quien
es el único ser seguro, a Quien se define a sí mismo como Luz, Amor,
Verdad, Belleza y Vida.
http://periodismocatolico.com/2014/03/13/donde-deposito-el-amor-de-mi-alma/
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