Oración de San Bernardo para empezar todos los días.
Acordaos, oh piadosísima Virgen María, que jamás se ha oído decir que uno solo de cuantos han acudido a vuestra protección e implorado vuestro socorro, haya sido desamparado. Yo, pecador, animado con tal confianza, acudo a vos oh Madre, Virgen de las vírgenes: a vos vengo, delante de vos me presento gimiendo. No queráis, oh Madre del Verbo, despreciar mis palabras; antes bien, oídlas benignamente y cumplidlas. Amén.
DÍA CUARTO
Ven,
oh gloriosa Reina María; ven y visítanos; ilumina
nuestras almas dolientes y danos el vivir santamente. Ven, salud
del mundo, a lavar tantas manchas que nos afean, a disipar tantas
tinieblas que nos envuelven. Ven, Señora de los pueblos,
y apaga estas llamas de concupiscencia que nos abrasan, arrójanos
el manto de tu pureza y señala el seguro camino que nos
ha de llevar al puerto. Ven a visitar a los enfermos, a fortalecer
a los débiles, a dar firmeza a los que fluctúan
entre mares de dudas. Ven, estrella, luz de los mares, e infúndenos
paz, gozo y devoción. Ven, oh cetro de reyes, poderío
de las naciones, y vuelve al seno de la fe, al amor y vida de
su unidad, a las muchedumbres extraviadas que no conocen lo que
conviene a su salud. Ven, trayéndonos en tus manos los
dones de tu casto, eterno esposo, el Espíritu Santo, para
que vivamos por su lumbre y calor, y sean nuestro sustento aquellos
frutos eternos que nos han de merecer entrar en la unidad de
la vida bienaventurada. Amén.
Oración
antigua de autor anónimo.
Oración final para todos los días.
¡Oh santísima Señora, excelentísima Madre de Dios y piadosísima Madre de los hombres! Después de Dios, tú eres la única esperanza de los pecadores y la mayor confianza de los justos. La Iglesia te llama vida, dulzura y esperanza nuestra, y todos los pueblos ponen en ti sus ojos, esperando de ti todas las gracias. Nosotros también, dulce abogada, acudimos a ti en estos días, instándote para que nos oigas y concedas las gracias que te pedimos. Danos, en primer lugar, un amor sincero a tu divino Hijo, observando su santa ley cristiana; alcánzanos también la salud del cuerpo y la serenidad del espíritu, la paz en la familia y la suficiencia de medios para la vida; concédenos, en fin, una santa muerte en la santa Iglesia católica.
¡Oh Virgen, que superas toda alabanza! Todo lo que tú quieres, lo puedes ante Dios, de quien eres Madre; y, aun cuando nosotros somos pecadores, tú eres dulce madre del Redentor y dulce madre nuestra, y puedes abogar por tus hijos pequeños y pecadores ante tu Hijo altísimo y redentor; a tu nombre se abren las puertas del cielo; en tus manos están todos los tesoros de la divina misericordia; óyenos, oh plácida Virgen y Madre, y, si nos conviene, concédenos las gracias que te pedimos en esta novena.
Petición. Santa María, socorre a los desgraciados, ayuda a los pusilánimes, reanima a los que lloran, ora por el pueblo, intervén por el clero, intercede por las mujeres consagradas, sientan tu auxilio todos los que celebran tu santa festividad.
Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.
Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Jesucristo.
Oración. Concédenos, por favor, Señor Dios, que nosotros, tus siervos, gocemos de continua salud de alma y cuerpo y, por la gloriosa intercesión de la bienaventurada siempre Virgen María, seamos libres de las tristezas de la vida presente y disfrutemos de las alegrías de la vida eterna. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
http://www.devocionario.com/maria/novena_1.html#O2
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