No porque llores, evitas el daño que causaron
las lágrimas, ni porque rías, tampoco.
La vida sigue y lo importante no es curar,
sino prevenir y arriesgar.
No sueñas, si no te atreves a pensar
y se corre el riesgo de idealizar.
No cambias, si no te lo propones
y se corre el riesgo de vivir de otra manera.
No tienes compañía, si no entregas más
de lo que recibes y tienes el riesgo
de que te dejen y quedes solo.
No tienes frutos, si no los siembras
y corres el riesgo de no cosechar.
No tienes dinero, si no lo guardas
y corres el riesgo de gastarlo.
Si no amas, nadie te quiere y se corre
el riesgo de que no te correspondan.
Siempre tienes que dar, amar y entregar
a los demás, más de lo que recibes,
para no correr el riesgo de morir
sin haber vivido y vivir para siempre en Dios
y en el recuerdo de los que te conocieron
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