Santa María de todos los días, siempre presente en todos los días y circunstancias de nuestra vida.
“Dios, el Señor, tiene una Madre, y en
la Madre reconocemos realmente la bondad maternal de Dios. La Virgen, la
Madre de Dios, es el auxilio de los cristianos, es nuestro consuelo
permanente, nuestra gran ayuda. Esto lo veo también en el diálogo con
los obispos del mundo: que el amor a la Virgen es la gran fuerza de la
catolicidad. En la Virgen reconocemos toda la ternura de Dios, por lo
que cultivar y vivir el gozoso amor de la Virgen, de María, es un don de
la catolicidad muy grande”.
Acabo de reproducir unas bellísimas
palabras del Papa Benedicto XVI sobre el culto de la Iglesia católica a
la Virgen María. La Madre de Dios y Madre nuestra nos acompaña de manera
permanente durante toda la vida, en todos los acontecimientos y en toda
circunstancia, máxime si ésta es de dolor, como pudimos comprobar,
entre otros lugares, en Lourdes con ocasión de la visita y esplendora
visita apostólica al santuario francés del Papa Benedicto XVI, que nos
invitó a todos a mirar siempre a la sonrisa, llena de ternura, de amor y
de esperanza, de María.
Oración a Santa María de la Vida
Por ello, con palabras, de nuevo, del
Papa Benedicto XVI, ahora su visita pastoral a Cagliari, para conmemorar
los cien años del patronzazo de la Virgen del Buen Aire sobre la
capital de la isla de Cerdeña, oramos. Oremos en especial en favor de la
vida, esa vida a la que proyectos de ley como los anunciados sobre el
aborto y el suicidio asistido cercena y destruye. La Virgen es siempre
Santa María de la Vida, el primer y gran don del Dios del amor, cuya
gloria es la vida del hombre.
Que la Virgen santa siga velando sobre
todos y sobre cada uno nosotros: para que el patrimonio de valores
evangélicos se transmita íntegramente a las nuevas generaciones y para
que Cristo reine en las familias, en las comunidades y en la sociedad.
Que en particular la Virgen proteja a cuantos, en este momento, tienen
más necesidad de su intervención maternal: los niños y los jóvenes, las
gestantes con problemas, los ancianos y las familias, los enfermos y
todos los que sufren. Pidamos a María, Madre del Verbo encarnado y Madre
nuestra, que proteja a cada mamá terrena: a aquéllas que, junto al
marido educan a los hijos en un contexto familiar armonioso, y a
aquéllas que, por muchos motivos, tienen que afrontar solas una tarea
tan ardua. Que todas puedan desempeñar con entrega y fidelidad su
servicio cotidiano en la familia, en la Iglesia y en la sociedad. ¡Qué
para todos la Virgen sea apoyo, consuelo y esperanza! Amén.
Jesús de las Heras Muela
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