Es por esto que los Ángeles, en multitudes, se preguntaban unos a otros: "¿Quién es ésta, detrás de Su velo?" "¿Por qué se inclinan las crestas de las montañas (los más e
levados y grandiosos espíritus angélicos), reverenciándola,
saludándola cuando Ella pasa?" "¿Quién es ésta sin una mancha en Su
Corazón y tan agradable a Dios?" "¿Han visto cómo toda la creación de
Dios inclina su mirada cuando Ella pasa?"
"¿Quién es Ella que es como una fuente que hace fértiles los jardines por
Sus gracias, este pozo de agua viva?" "¿Quién es Ella, con un Corazón
tan puro de amor divino, aspirando a Dios día y noche, noche y día, y en
perfecta unión con el Altísimo?" "¿Quién es esta Virgen que es tan
humilde por encima de Su gran riqueza de virtudes y gracias, que los ojos del
Dios Supremo nunca la abandonan?
¿Cómo se puede a este Corazón, que llevó a nuestro Rey, negársele cualquier
cosa que Ella pida?
Todos los fieles bendigamos Su Corazón, porque al bendecir Su Corazón estamos
bendiciendo al tres veces Santo.
La Reina del Cielo está siempre en la presencia del trono del Altísimo. La
grandeza de Su Nombre no es menor que la altura del cielo sobre la tierra. Su
Nombre, envuelto en un manto de luz.
Que el mundo entero doble su rodilla ante Ella que lleva el Nombre Sagrado:
Madre de Dios.
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