Baja del cielo, Señor,
y despierta en nosotros el apetito
por el pan que se cuece
en el horno celestial.
Baja del cielo, Señor,
para que, después de vivir aún sin vivir,
nos alimentemos con aquello
que nos ayudará a vivir eternamente.
Baja del cielo, Señor,
y –de paso– bájanos a nosotros de las nubes
para que, comprendamos que no se vive mejor
sino cuando se está viviendo en Ti y por Ti.
Baja del cielo, Señor,
y si nos parece imposible comer tu carne,
el que Tú entres dentro de nosotros,
abre nuestro entendimiento y nuestra inteligencia
para que podamos descubrir, que en lo invisible,
se encuentra el secreto más profundo de tu presencia.
Baja del cielo, Señor,
y, si quieres, danos un adelanto de vida eterna:
vivir en caridad para podernos presentar
con las manos vacías, acrecentar nuestra fe,
para prepararnos al encuentro contigo,
andar en la esperanza, para nunca
desviarnos de tu camino.
¡Baja, del cielo, Señor!
Y, danos un sorbo de tu bebida,
un sorbo de tu sangre,
un sorbo de esa auténtica bebida
con sabor a entrega, sacrificio y amistad verdadera.
¡Baja, del cielo, Señor!
Para que, cuando te veamos en el altar,
sepamos que, no estás sólo,
que vienes en nombre de un Dios,
que, una y otra vez, apuesta por el hombre,
ama al hombre y alimenta al hombre,
con un fin supremo:
darle vida y de la buena, la Eterna.
Amén.
P. Javier Leoz
celebrandolavida.org
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