Por la señal, etc.
Oración
de San Bernardo para empezar todos los días.
Acordaos, oh piadosísima
Virgen María, que jamás se ha oído decir
que uno solo de cuantos han acudido a vuestra protección
e implorado vuestro socorro, haya sido desamparado. Yo, pecador,
animado con tal confianza, acudo a vos oh Madre, Virgen de las
vírgenes: a vos vengo, delante de vos me presento gimiendo.
No queráis, oh Madre del Verbo, despreciar mis palabras;
antes bien, oídlas benignamente y cumplidlas. Amén.
Oh
Virgen purísima, Madre de Dios, Reina de todo lo criado,
levantada sobre todos los cortesanos del cielo y más resplandeciente
y pura que los rayos del sol: tú eres más gloriosa
que los querubines, más santa que los serafines y sin
comparación más sublime y aventajada que todos
los ejércitos del cielo. Tú eres la esperanza de
los patriarcas, la gloria de los profetas, la alabanza de los
apóstoles, honra de los mártires, alegría
de los santos, ornamento de las sagradas jerarquías, corona
de las vírgenes, inaccesible por tu inmensa claridad,
princesa y guía de todos y doncella sacratísima;
por ti somos reconciliados con Cristo mi Señor. Guardame
debajo de tus alas; y apiádate de mí, que estoy
sucio con mis pasiones y manchado con los innumerables males
que he cometido contra mi Juez y Criador. No tengo otra confianza
sino en ti, que eres el áncora de mi esperanza, el puerto
de mi salud y socorro oportuno en la tribulación.
Oración
de San Efrén de Siria (306-373).
Doctor de la Iglesia.
Doctor de la Iglesia.
Oración final para todos los días.
¡Oh santísima Señora, excelentísima Madre de Dios y piadosísima Madre de los hombres! Después de Dios, tú eres la única esperanza de los pecadores y la mayor confianza de los justos. La Iglesia te llama vida, dulzura y esperanza nuestra, y todos los pueblos ponen en ti sus ojos, esperando de ti todas las gracias. Nosotros también, dulce abogada, acudimos a ti en estos días, instándote para que nos oigas y concedas las gracias que te pedimos. Danos, en primer lugar, un amor sincero a tu divino Hijo, observando su santa ley cristiana; alcánzanos también la salud del cuerpo y la serenidad del espíritu, la paz en la familia y la suficiencia de medios para la vida; concédenos, en fin, una santa muerte en la santa Iglesia católica.
¡Oh Virgen, que superas toda alabanza! Todo lo que tú quieres, lo puedes ante Dios, de quien eres Madre; y, aun cuando nosotros somos pecadores, tú eres dulce madre del Redentor y dulce madre nuestra, y puedes abogar por tus hijos pequeños y pecadores ante tu Hijo altísimo y redentor; a tu nombre se abren las puertas del cielo; en tus manos están todos los tesoros de la divina misericordia; óyenos, oh plácida Virgen y Madre, y, si nos conviene, concédenos las gracias que te pedimos en esta novena.
Petición. Santa María, socorre a los desgraciados, ayuda a los pusilánimes, reanima a los que lloran, ora por el pueblo, intervén por el clero, intercede por las mujeres consagradas, sientan tu auxilio todos los que celebran tu santa festividad.
Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.
Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Jesucristo.
Oración. Concédenos, por favor, Señor Dios, que nosotros, tus siervos, gocemos de continua salud de alma y cuerpo y, por la gloriosa intercesión de la bienaventurada siempre Virgen María, seamos libres de las tristezas de la vida presente y disfrutemos de las alegrías de la vida eterna. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
http://www.devocionario.com/maria/novena_1.html#O2
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