Jesús, no quiero abandonarte, antes bien, deseo dar testimonio de ti a los hombres. Quiero darte a conocer a quienes no han oído hablar de ti. Sé que no será fácil, porque el mundo odia los que te pertenecemos, pero “Tú has vencido al mundo”, y con esa confianza, quiero aventurarme en el anuncio de tu Persona. Catholic.net
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ACI prensa

La fe es garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven. http://la-oracion.com

martes, 31 de julio de 2012

Nada te pertenece


Cuanto tienes en este momento, lo has recibido
de tus antecesores. Lo que tú has hecho
–y muy bien, por cierto– es transformar cuanto
has heredado. Esta es tu riqueza y tu aportación
al mundo en el que te desenvuelves felizmente.
Tu generación, sea la que sea, posee una preciosa
misión en la vida: cambiar y mejorar la preexistente.

Hace dos mil y pico de años fueron pronunciadas
estas palabras: ”Bienaventurados los limpios de corazón”.
Te suenan y las sabes de memoria.
Pero posiblemente, con tu vida transida
de mil preocupaciones, no has caído en la cuenta
de su hondo significado, y sobre todo de su riqueza
cuando la vives a niveles profundos en el mar de corazón.

Puede que hayas heredado casas, campos,
dineros, coches, electrodomésticos, pisos...
Sin embargo, la felicidad de tu corazón limpio
es tarea tuya personal.

Cuando quieres mantenerte alegre, dichoso,
relajado... sientes la necesidad de hacer
una purificación y una obra transformadora
de tu intimidad, de aquellos secretos
que nadie sabe, excepto tú mismo y Dios.

En la medida en que mantengas en tu corazón
la sencillez, la transparencia y la limpieza,
en esa misma medida irá naciendo cada día en ti
una fuente que mana agua hasta la misma vida eterna.

Ser una persona de corazón limpio, te lleva
a sentirte feliz ante las imágenes que estás viendo;
jubiloso ante la música que escuchan tus oídos;
y pensativo y dichoso interiormente ante
la voz amiga que te habla a tu propia interioridad.

Hay gente que tiene el corazón manchado
porque todo lo ensucian. No saben emocionarse
ante estas imágenes: no saben gustar cada momento
con fruición.
 
¡Vive hoy feliz!

P. Felipe Santos Campaña SDB
celebrandolavida.org

domingo, 29 de julio de 2012

Creo en ti, Señor



No porque me alimentas o me das lo que te pido sino porque, al creer y esperar en Ti sé que eres Pastor que sale a mi encuentro,luz en mis noches amargas
y cayado en los caminos por donde avanzo incierto.

Creo en ti, Señor.
Porque en la escasez, siempre te das en abundancia y porque, sin pedirte nada,sales a mi encuentro como bien y don inmerecido.
Porque en la Eucaristía me das lo que más necesito, y me alimentas con convite de sabor eterno.

Creo en ti, Señor.
Y al creer en Ti, siento que soy afortunado, que lo pobre se me hace rico, y la riqueza se convierte en ruina.

 
Creo en ti, Señor.
Cuando al ver tu corazón abierto
te despojas de lo que sólo sabes dar:
amor para el que te busca,
y amor para el que reniega de ti.
Amor para el que pasa hambre,
y amor para el que piensa que está harto.
Amor para el que busca el pan del cielo,
y amor para el que, por el pan de la tierra,
hace tiempo que por el camino lo ha perdido.

Creo en ti, Señor.
Porque no das sólo tu pan, te das a Ti mismo.
Porque no te quedas en promesas, pues, bien lo sabemos, que te ofreces a Ti mismo.
Porque, ante la necesidad de cuántos me rodean, sé que soy tu mano abierta y tu voz que denuncia, tus labios que hablan y tu pan que se reparte,
Creo en ti, Señor.

P. Javier Leoz
celebrandolavida.org

Paz del Alma

Revelaciones de la Divina Misericordia.

"Cuando te acercas a la confesión, a esta fuente de mi Misericordia, 'siempre fluye' sobre tu alma la Sangre y el Agua que brotó de mi Corazón y ennoblece tu alma. En el Tribunal de la Misericordia [El Sacramento de la Reconciliación] los milagros mas grandes toman lugar y se repiten incesantemente...Aquí la miseria del alma se encuentra con el Dios de Misericordia.

Venid con fe a los pies de mi representante...Yo mismo estoy esperándoles allí. Yo tan solo estoy escondido en el Sacerdote. Yo mismo actúo en tu alma...Haz tu confesión ante Mí.

La persona del Sacerdote es, para mí, solamente una pantalla. Nunca analices que clase de Sacerdote es el que Yo estoy usando; ábrele tu alma en la confesión como si lo hicieras conmigo, y Yo te llenaré con Mi Luz...

Ningún pecado, aunque sea un abismo de corrupción agotará mi Misericordia. Aunque el alma sea como un cadáver en plena putrefacción, y no tenga humanamente ningún remedio, ante Dios sí lo tiene.

Yo no puedo castigar al que confía en mi Misericordia. Castigo cuando se me obliga. Pero antes de venir como Juez el Día de la Justicia, Yo abro las puertas de mi Amor y concedo el tiempo de la Misericordia.

El milagro de la Divina Misericordia restaura esa alma en plenitud....Desde esta fuente de Misericordia las almas atraen gracias solamente con la vasija de la confianza. Si tu confianza es grande, mi generosidad no tendrá límites".

¿Qué decían los santos sobre el sacramento de la penitencia? Aquí tenemos lo que pensaban algunos de ellos:

Cuando vamos a confesarnos, debemos entender lo que estamos haciendo. Se podría decirque desclavamos a Nuestro Señor de la cruz. Algunos se suenan las narices mientras el sacerdote les da la absolución, otros repasan a ver si se han olvidado de decir algún pecado...Cuando el sacerdote da la absolución, no hay que pensar más que en una cosa: que la sangre del Buen Dios corre por nuestra alma lavándola y volviéndola bella como era después del bautismo. Piensan que no tiene sentido recibir la absolución hoy, sabiendo que mañana cometerán nuevamente los mismos pecados. Pero Dios mismo olvida en ese momento los pecados de mañana, para darles su gracia hoy. Santo Cura de Ars.

El que confiesa sus pecados libremente obtiene el perdón del sacerdote por virtud de la gracia de Cristo." San Atanasio (295-373 d.C.).

Di prisa a confesarme, que siempre era muy amiga de confesarme a menudo. Santa Teresa de Jesús.

Hay que confesarse. La confesión es una obligación, un deber. Hay que estar en gracia de Dios. Hijos míos, moved por ahí a las gentes; Jesús ha sido tan bueno que nos ha dejado el sacramento de la confesión para darnos la paz del alma, para limpiarnos, para purificarnos, para sanarnos. Id con frecuencia. Cada ocho días, y a veces con más frecuencia, yo tengo que ir a confesarme. Agradecedle el perdón a Cristo, y llevad a vuestros niños. San Josemaría Escrivá.

"Este que tú dices, sólo Dios lo puede hacer. Bastante cierto: pero cuando lo hace a través de Sus sacerdotes es Su hacer de Su propio poder". San Pacián, Obispo de Barcelona (390 d.C.).

Cristo otorgó este (poder) a los apóstoles y de los Apóstoles ha sido transmitido al oficio de los sacerdotes. El poder de perdonar se extiende a todos los pecados: "Dios no hace distinción; Él prometió misericordia para todos y a Sus sacerdotes les otorgó la autoridad para perdonar sin ninguna excepción". San Ambrosio de Milán (340-396 d.C.).

Y para concluir, recitamos el Catecismo de la Iglesia Católica:

"Los que se acercan al sacramento de la penitencia obtienen de la misericordia de Dios el perdón de los pecados cometidos contra El y, al mismo tiempo, se reconcilian con la Iglesia, a la que ofendieron con sus pecados. Ella les mueve a conversión con su amor, su ejemplo y sus oraciones" (LG 11).

Todos necesitamos un 'signo', una 'señal' sensible y exterior, algo que nos 'asegure' que todos nuestros pecados y errores del pasado han sido perdonados de una vez y para siempre. Esto sólo sucede en la confesión: cuando recibimos la absolución, sabemos que el sacramento ha sido administrado, y como todo sacramento recibe la eficacia de Cristo. En este caso, el perdón de todos nuestros pecados, pues sólo Dios es capaz de perdonar todo y a todos.

Dios nos siga bendiciendo.
de Alejandro María

sábado, 28 de julio de 2012

Ay!...Madre Querida!

"Y a ti, Madre, una espada de dolor te atravesará el corazón..."
(Lucas 2, 35).

¿Es que María no sabía que su Hijo había de morir? Sí, y con toda certeza. ¿No sabía que había de resucitar al cabo de muy poco tiempo?» Sí, y con total seguridad. ¿Y, a pesar de ello, sufría por el Crucificado? Sí, y con toda vehemencia.

Y si no, ¿Qué clase de hombres somos, que nos extrañamos más de la compasión de María que de la pasión del Hijo de María?
El Hijo del hombre murió en su cuerpo, ¿y Ella no pudo morir en su corazón? Aquélla fue una muerte motivada por un amor superior al que pueda tener cualquier otro hombre; esta otra tuvo por motivo un amor que, después de aquél, no tiene semejante.

Gracias María por haber colaborado en la redención. Hoy, en la Iglesia colaboras en la obra de la salvación. Te pedimos que todos te acepten como Madre. Que nunca se nos olvide que jamás le fallas a tus hijos.

Totus Tuus.

Alejandro María



 

viernes, 27 de julio de 2012

Sin Cruz...

Pedro, instigado por Satanás, rechaza la cruz, y de esta manera, rechaza el plan de Dios para la salvación de la humanidad, y es esto lo que motiva el enojo y el reproche de Jesús.

El enojo de Jesucristo ante el rechazo de la cruz por parte de Pedro no es el enojo de un líder religioso cuyo seguidor se opone a sus planes. El enojo de Jesucristo se debe a que sin la cruz, la humanidad entera está perdida. Sin cruz no hay salvación posible; sin Cristo crucificado, muerto y resucitado, las puertas del cielo permanecen cerradas para siempre, y nadie puede abrirlas. Sin cruz, se cierran las puertas del Reino de los cielos, y se abren las puertas del Hades, de donde no se sale; sin cruz, sólo hay “llanto y rechinar de dientes”.

Sin cruz, la enfermedad se convierte en una tortura, y se desea la muerte para escapar de ella; con la cruz de Cristo, la enfermedad es un don del cielo, porque hace partícipes de la cruz de Cristo, y se desea la muerte, para llegar lo antes posible a los gozos eternos de los cielos infinitos.

Sin cruz, no hay alegría en el dolor, sino desesperación y llanto. Sin cruz, la vida y la muerte, el dolor y la alegría, los triunfos y los fracasos, es decir, la existencia toda del hombre, carece de sentido. Sólo en la cruz de Cristo y en Cristo muerto y resucitado, encuentra el hombre el sentido final de su existencia en esta tierra, que es salvar el alma y entrar en la comunión eterna, de vida y de amor sin fin, con las Tres Personas de la Trinidad.

Cuando Jesús nos dice que el que quiera seguirlo, que renuncie a sí mismo, que cargue su cruz y lo siga, nos está señalando el camino de la felicidad, camino que pasa por la cruz, pero que no finaliza en ella, sino que por ella se llega al cielo.

La cruz implica la renuncia de sí mismo, del propio egoísmo, de la propia mezquindad, del propio punto de vista, del propio yo, que lleva al “ojo por ojo y diente por diente”, en vez del perdón del enemigo. Si no hay renuncia de sí mismo, Cristo no puede crecer en el alma, y así el alma queda llena de su propio yo, de su propia estrechez, de su propia mezquindad, y no solo es incapaz de dar paz y alegría a los demás, sino que es incapaz de tomar la cruz y de seguir el camino de Cristo, el camino del Calvario, señalado por su sangre derramada.

Por el contrario, el cristiano que ama a Cristo, se niega a sí mismo, se reconoce como necesitado y falto de todo, se niega a sí mismo 'lucha contra su egoísmo, su pereza, su impaciencia', abraza la cruz, y se encamina en dirección al Calvario, para morir crucificado con Cristo y así, de esa manera, nacer a una vida nueva, la vida de la gracia, la vida de los hijos de Dios.

Quien carga la cruz y sigue a Cristo, recorre junto a Él un corto camino, el camino del Calvario; es crucificado junto con Él, y junto con Él resucita a la alegría eterna en los cielos.

Sólo quien carga la cruz en esta vida y participa de los dolores de Cristo en el Calvario, accede a la felicidad eterna en la otra vida.

Teniendo en cuenta que 'Su Reino no es de este mundo', preocupémonos por las cosas celestiales, y dejemos las terrenales, que sólo dejan un vacío en nuestra existencia, y dejan vacías nuestras manos, sin nada que presentar ante el 'Rey de la Gloria' el día que seamos llamados.

Dios nos siga bendiciendo.

Alejandro María

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