“El Corazón de Jesús vive en la Eucaristía, supuesto que su cuerpo está allí vivo. Es verdad que este Corazón divino no está allí de un modo sensible, ni se le puede ver, pero lo, mismo ocurre con todos los hombres. Este principio de vida conviene que sea misterioso, que esté oculto: descubrirlo sería matarlo; sólo se conoce su existencia por los efectos que produce. El hombre no pretende ver el corazón de un amigo, le basta una palabra para cerciorarse de su amor. ¿Qué diremos del Corazón divino de Jesús? El se nos manifiesta por los sentimientos que nos inspira, y esto debe bastarnos”.
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