Virgen de Guadalupe, te hiciste presente en ese México recién evangelizado para que la fe de ese pueblo se convirtiera en imborrable huella.
Tu inmenso amor de Madre te llevó a elegir al más pequeño de tus hijos, a Juan Diego, al alma más noble y sencilla, para hacerle ver tu hermosura, esa hermosura que solo tiene lugar en el Cielo.
Y tan grande era tu amor por esa tierra, que rebasó sus fronteras e inmortalizaste tu imagen, tu devoción y la fe a ti debida en toda alma que te ame allá donde se encuentre.
“Madre de las Américas”, fue tu humilde trono el cerro de Tepeyac; el lienzo que inmortalizara tu presencia, la pobre tilma de Juan; el siervo que fuera tu eco, un humilde indígena.
¿Cabe más amor en una Madre que fijó sus ojos en la riqueza de la pobreza y no en la opulencia?
Virgen de Guadalupe, alcánzanos esa alma humilde y sencilla, ese inigualable amor capaz de robar a Dios el mismísimo amor que a ti te tiene.
Virgen de Guadalupe, rogad por nosotros.
Madrid, España
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