Dijo Jesús a
Nicodemo:
«Lo mismo que Moisés
elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del
hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Porque tanto amó
Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no
perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo
para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él»
(Jn 3,14-17).
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