Los billetes que
dejaba Teresita de Lisieux desde el Cielo para salvar a un monasterio de la
ruina
Es muy poco
conocido y, sin embargo, es uno de esos milagros tan transparentes y claros que
no dejarán indiferentes a casi nadie.
Se cumple el centenario de uno de los
milagros más sorprendentes y llamativos de santa Teresita de Lisieux, el
llamado «Milagro de Gallipoli», por el cual la santa del «pequeño camino»
solventó los gravísimos problemas económicos del Carmelo de Gallipoli (Italia)
El monasterio en la ruina
En 1910, tener una deuda de 300 liras
era estar prácticamente en la bancarrota. Eso le pasaba a una comunidad de
religiosas del Carmelo de Gallipoli. Ni las hostias que con tanto cariño
elaboraban para las distintas iglesias de la zona, ni los trabajos de bordados,
suponían unos ingresos suficientes como para pagar las deudas acumuladas y la
manutención de la comunidad. La priora, un tanto angustiada, decidió celebrar
un triduo a la Santísima Trinidad para solicitar, por la intercesión de Teresita
del Niño Jesús, una solución a sus males económicos.
Una aparición en sueños
La respuesta no se hizo esperar. A los
pocos días, la priora del convento, madre María Carmela, tuvo un sueño. Soñó
que se le aparecía una carmelita más bien joven, que le sonreía y le invitaba a
ir juntas a la habitación del torno en dónde se guardaba la cajita que contenía
un papel que representaba la deuda del convento.
«Oye -le dijo la carmelita a la madre
María Carmela-, el Señor se sirve de los Celestes como de los terrestres; aquí
tienes quinientas liras con las que pagarás la deuda de la comunidad». Pero la
priora, con cierto sentido de justicia le recordó a la joven que se le aparecía
en sueños que la deuda era de 300 liras. «Entonces las otras sobrarán, pero tú
no puedes tenerlas aquí en la celda, ven conmigo».
¿Será la Virgen?
La madre María
Carmela a pesar de soñar con una joven carmelita creía que estaba ante la
mismísima Virgen y, así se lo hizo saber a su interlocutora. «No, hija mía, no
soy nuestra Santa Madre, soy la sierva de Dios sor Teresa de Lisieux». A la
mañana siguiente, toda la comunidad se reunió delante de la cajita de la
habitación del torno para comprobar si la historia fantástica que había
contando la priora, se sustentaba verazmente. Y así fue. Al abrirse la cajita
apareció un billete nuevo de 500 liras. El jolgorio, asombro y satisfacción de
la comunidad fue tal que la madre María Carmela decidió escribir al convento
originario de Teresa de Lisieux para contar lo sucedido.
Más milagros en
Gallipoli
Al primer milagro le
siguieron otros «regalos del Cielo» y siempre con el mismo fin: cancelar las
deudas contraídas por el monasterio. En el mes del primer milagro sucedió otro
hecho extraordinario: de forma asombrosa aparecieron 25 liras en la cajita del
torno. Y así se fueron repitiendo sucesos similares durante los siguientes
cuatro meses.
Más billetes
Al quinto mes del
primer milagro Teresita del Niño Jesús volvió a aparecerse en sueños a la
priora del convento para informarle de sus nuevas intenciones. La santa le
prometió otro billete de cincuenta liras que encontraría en la cajita. Pero no
había un billete, sino tres de esa cantidad. Y unos meses después apareció otro
billete de cien liras. La comunidad estaba como en éxtasis. Cada una de las
hermanas podía palpar con sus propias manos los milagros que se sucedían una y
otra vez en su recinto.
El obispo es
informado
El obispo de Nardò,
monseñor Nicola Giannattasio, circunscripción eclesial a la que pertenecía el
convento de Gallipoli, fue informado de los sucesos milagrosos que trancurrían
dentro de los muros del monasterio. Y con intención de manifestar su devoción a
la que años más tarde sería proclamada santa y doctora de la Iglesia, ofreció
al convento 500 liras para ayudar a las obras de rehabilitación del templo. El
obispo introdujo el billete en un sobre cerrándolo con un sello de cera. Pidió
a la madre superiora que lo introdujera en la cajita del torno y no lo abriera
hasta su nueva visita al convento. Cuando llegó el día señalado, la priora
abrió la cajita delante del prelado y le pasó el sobre para que viera su
contenido. El obispo, tras rasgar el sobre, se quedó asombrado al comprobar que
seguía su billete de 500 liras, pero habían otros cuatro billetes: dos de 100
liras y otros dos de 50. Las monjas seguían pidiendo con tanta confianza a
Teresa del Niño Jesús para abordar unas nuevas obras para embellecer su
iglesia, que la santa, desde el Cielo, continuaba respondiendo a esas
peticiones.
«Bajaré a la tierra»
Poco antes de morir,
infectada por la tisis y exhausta por la dureza de la enfermedad, Teresita de
Lisieux le confesaba a su hermana, entonces priora del convento, madre Inés de
Jesús, uno de sus últimos pensamientos: «Nada
me para entre las manos. Todo lo que tengo y todo lo que gano es para la
Iglesia y para las almas. El Salvador tendrá que satisfacer
todas mis voluntades en el Cielo, porque yo no he hecho nunca mi voluntad aquí
en la tierra». Su hermana carnal le preguntó: «Nos mirarás desde lo alto del
Cielo, ¿no?». Teresita le respondió con contundencia: «No, bajaré».
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