" Queridísimos hijos, cómo desearía decirles, repetirles lo
buena que es la Inmaculada, para poder alejar para siempre de sus pequeños corazones la tristeza, el desaliento interior, el
abatimiento. La sola invocación “María”, acaso con el ánimo sumergido en las
tinieblas, en las arideces, y hasta en la desgracia del pecado, ¡qué eco
produce en su Corazón que tanto nos ama! Y cuanto más infeliz es el alma,
hundida en sus pecados, tanto más este Refugio de los pobres pecadores como
nosotros, la rodea de cariñosa y solícita protección. Pero no se aflijan nunca
si no sienten tal amor. Si quieren amar, ésta es ya una señal segura de que
están amando; se trata sólo de un amor que procede de la voluntad. También el sentimiento
exterior es fruto de la gracia, pero no siempre sigue inmediatamente a la
voluntad. Puede venirles, queridos míos, un pensamiento, casi una triste
nostalgia, una súplica, un lamento. “¿Quién sabe si la Inmaculada me ama
todavía?” ¡Hijos amadísimos! Se lo digo a todos juntos y a cada uno en
particular en su nombre, anótenlo bien, en su nombre: Ella ama a cada uno de
ustedes, los ama mucho y en todo momento sin excepción alguna. Esto,
queridísimos hijos, se lo repito en su nombre. Ámala, Ámala a la Inmaculada.
Ella te hará feliz. Fíate de ella sin límites. "
San Maximiliano Kolbe
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