La Cruz es una gran
escuela de contemplación, oración y perdón. Necesitamos aprender a mantenemos
de pie y en silencio al pie de la Cruz, contemplando al crucificado como la Virgen María. La Cruz es una montaña que
hay que escalar, en cuya cima se nos concede mirar a los hombres y al mundo con
los ojos de Dios. Ante ofensas graves que parecen imperdonables, el acto de fe
mueve al hombre a contemplar el misterio del calvario. Entonces es capaz de ver
en el hecho de la Pasión de Jesús la mayor ofensa posible, pero también el
lugar del mayor perdón. En el silencio de su corazón escucha la oración de
Jesús, tan difícil de traducir en obras concretas sin la ayuda de la gracia divina:
«Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen» (Le 23, 34).
Voz Católica
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