Primera Lectura
Nehemías 8, 1-4. 5-6. 8-12
Nehemías 8, 1-4. 5-6. 8-12
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La lectura de este
pasaje de la Escritura trae a nuestras mentes inmediatamente la celebración de
la Eucaristía. Podemos ver, por un lado, el llanto que emerge del pueblo al
comprender que no han vivido conforme a la Ley, pero al mismo tiempo el júbilo
y la fiesta que emerge de la celebración de Dios. Nuestras Eucaristías repiten
esta celebración, incluso la plenifican, pues no solo está presente la Palabra
de Dios, sino que Dios mismo se hace presente en
las especies Eucarísticas.
Es, pues, importante
que la Palabra de Dios toque nuestros corazones y confronte nuestra vida con el
mensaje de Dios; no basta oírla sino que es necesario escucharla con el
corazón. Al mismo tiempo nos recuerda que el domingo es un día consagrado a
Dios, es el día de participar de la Asamblea Litúrgica y gozarnos en ella.
Pero es también el
día para compartir con los demás nuestra alegría cristiana, especialmente con
los de nuestra propia familia. No permitamos que nuestro mundo dividido y
activista nos separe de la comunidad eclesial y mucho menos de la vida
familiar. Busquemos que al menos el domingo sea un día verdaderamente
consagrado al Señor y vivido en familia.
Pbro. Ernesto María Caro
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