Primera Lectura
Baruc 1, 15-22
Baruc 1, 15-22
Una de las gracias que tenemos que pedir con insistencia, es la humildad de reconocer que, a pesar de nuestros esfuerzos por ser mejores, aún estamos lejos de alcanzar la plenitud a la que Dios nos ha llamado. Continuamos siendo débiles pecadores, frágiles ante las tentaciones, frecuentemente seducidos por las luces y el oropel del mundo que nos lleva a cambiar al Dios verdadero por los nuevos ídolos (dinero, diversiones, placer).
La lectura de hoy nos recuerda que sólo el que reconoce su debilidad puede pedir a Dios la fuerza para superarla; quien se siente perfecto vivirá siempre en la oscuridad de su pecado.
Y esto no quiere decir que nos encontremos peor que cuando conocimos a Jesús, sino que nos hace darnos cuenta que aún nos falta mucho; que si ciertamente hemos superado muchas de nuestras debilidades, son todavía muchas más las que continúan estorbando en nuestro camino de santidad. Revisa tu corazón y tu vida y deja que la luz de Dios ilumine tu interior, y no permitas que el orgullo y la soberbia te impidan crecer en humildad y en gracia.
Perdona, Señor, mi
infidelidad, perdona todas las veces que por mi debilidad y terquedad vuelvo a
caer en el mismo hoyo una y otra vez. Perdóname, Señor y restaura tu gracia en
mi vida, porque eres la única razón de mi existir.
Pbro. Ernesto María Caro
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