El cristiano no
puede tener miedo al silencio, porque nunca está solo. Está con Dios. Está en
Dios. Es para Dios. En el silencio Dios me cede sus ojos para contemplarle
mejor. La esperanza cristiana es el fundamento de la búsqueda silenciosa del
creyente. El silencio no es algo temible; al revés: es la seguridad de
encontrar a Dios.
Los hijos de Dios
han sido llamados a vivir eternamente con el Padre. Por medio del silencio
deben acostumbrarse a estar con ÉL La oración silenciosa de los ciudadanos de la tierra es un aprendizaje de
lo que los ciudadanos del Cielo vivirán toda la eternidad. En el silencio de la
iglesia de Ars el campesino vivía ya la liturgia celestial: «Yo le miro y Él me
mira». Sentados en silencio a los pies de Jesús, aprendemos a orar sin
interrupción y a convertirnos en testigos audaces del Evangelio.
Hay que desconfiar
del alboroto de la vida contemporánea. Ese ruido impuesto es un peligro
insidioso para el alma. Las dificultades que encontramos hoy para hallar el
silencio son mayores que nunca. Es una situación diabólica. Pero también Cristo
tenía que apartarse de la multitud para marchar al desierto. En medio de esa
inmensidad vivía el cara a cara más íntimo y más sublime.
Del libro: LA FUERZA DEL SILENCIO
DEL CARDENAL SARAH
DEL CARDENAL SARAH
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