Somos almas de la Iglesia Purgante en espera de
nuestro encuentro con el eterno Juez divino.
Somos almas que esperamos el consuelo de la ayuda
fraterna que apresure nuestra liberación.
Consideramos superfluo intentar tratar de haceros
comprender nuestra pena.Si una imagen pudiera servir para daros una idea de
ello, entonces os decimos: intentad imaginar a un hombre que arde entre las
llamas y el deseo que tiene de salir para sumergirse en aguas frescas y
limpias.
Es una pálida idea que puede haceros comprender el
deseo ardiente de poner fin a la atormentada espera que nos impide unirnos al
solo, único Bien por quien hemos sido creados.
En la tierra, distraídos como estáis continuamente
por mil intereses, influidos por los sentidos y distraídos en tantas exigencias
de la vida material, vosotros no podéis comprendernos a nosotros, almas
purgantes.
Estamos abrasadas por la única necesidad, por la única aspiración,
por el único e inmutable deseo: reunirnos con Aquel, que es Causa y Fin de
nuestra existencia. No podéis comprendernos, porque vemos de manera diferente
a vosotros. Hermano sacerdote, Don O., tú sabes que no podemos hacer nada por
nosotras mismas; pero sabes bien que podemos rezar y obtener para vosotros,
todavía militantes en la tierra.
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