Quizás de un tiempo a esta parte, hemos sido un poco engañados y
hemos descuidado la oración y la vigilancia. Si esto es así, entonces ahora
debemos aprovechar este próximo tiempo de Cuaresma, que ya está por comenzar, y
dedicarnos más a la oración, a la conversión, trabajando sobre nuestra alma
para recuperar esas ansias de santidad, pues para eso nos ha creado Dios, para
que seamos santos.
Es lógico que el demonio busque por todos los medios el tratar de adormecernos para que no reaccionemos ante el mal que se extiende cada vez más. Por eso tenemos que despertarnos y empuñar las armas de la penitencia y la oración, acudiendo a los sacramentos, en especial la confesión y la comunión, y para prepararnos concienzudamente a la batalla en la que estamos inmersos, y que si no vigilamos podemos ser presas, también nosotros, del mal imperante.
Gracias a Dios que la Iglesia, Maestra providente, nos presenta este próximo tiempo cuaresmal para que sacudamos el sopor de nuestras almas y nos dispongamos a combatir contra las fuerzas del mal, que también asechan nuestro interior.
No olvidemos que nuestra vida sobre la tierra es una prueba, y que de cómo salgamos de esa prueba será nuestra eternidad.
Recordemos que nadie sabe el día y la hora en que se tendrá que presentar al Juez eterno, porque el momento de la muerte nadie lo sabe. Entonces no nos dejemos dominar por la somnolencia espiritual y las falsas seguridades que nos dan el mundo y la técnica, pues el combate está en acto y quien no pelee puede ser arrastrado por la corriente del pecado.
Recuperemos nuestro primitivo fervor. Si hemos sido como Pedro, que negamos a Cristo, volvamos y reparemos nuestra falta, y ahora demos testimonio del Señor, como lo hizo el Apóstol, que volviendo de su error, confirmó la fe de todos sus hermanos.
Nunca es tarde mientras estamos vivos en este cuerpo mortal. No dejemos pasar más tiempo en la inercia, y comencemos a luchar con las armas espirituales que nos da el Cielo.
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