María Madre Misericordiosa
Cuando vamos a visitar a un enfermo, María viene con nosotros,
porque en el enfermo está Cristo, su Hijo bendito, y Ella no puede menos de
acompañarnos para aliviar a Jesús en ese hermano.
¿Y no vamos a hacer todo lo posible por visitar a nuestros amigos y
parientes que están enfermos, para llevarles, junto con nuestra presencia, la
presencia de la Reina del Cielo? Porque donde entra María, sale automáticamente
el demonio, ya que ambos no pueden estar en el mismo lugar.
Llevemos a María con nosotros a visitar tantos hospitales y geriátricos donde los enfermos están tristes y solos, sin nadie que les lleve una luz de esperanza.
Llevémosles una
estampita de María, una medalla suya o una estatuilla, dándoles a entender que
no están solos, que hay una Madre en el Cielo, y aquí en la tierra, que está
constantemente al lado de su lecho de dolor, y los cuida amorosamente; y aunque
se sientan solos y lo estén materialmente, jamás están solos en lo espiritual,
porque la Virgen no los deja ni de noche ni de día, hasta que los acune en su
regazo en la hora de la muerte, y se duerman dichosos en esta vida para
despertar felices en el Paraíso.
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