Padre del amor, de la vida, de la luz, de la fuerza, de la pasión, de la
alegría y de la ternura, te doy gracias porque me amas y te manifiestas en los
más mínimos detalles de mi vida.
Tú eres la luz del mundo, la que ha venido a dar vida y a guiar a la
humanidad entera hacia la felicidad de tu Reino. Te reconozco como el Dios de
todos los tiempos y que sólo de Ti proviene la paz, la justicia y el amor.
Ven y derrama tu amor en mi corazón, que siempre pueda sentir ese deseo
ardoroso dentro de mí, por todas las cosas santas y sean además un fiel
cumplidor de tu ley divina.
Quiero tener ese ardor por la fe como la tuvo María y José, quienes,
sintiendo la alegría y el gozo en su corazón, llevaron al Niño Dios al Templo
para presentarlo al mundo y a todas las naciones.
Ayúdame, Señor de mi vida, a tener verdaderos momentos de alegría, a
sentir ese gozo por salir a tu encuentro y a que, junto a mi familia, vaya
lleno de entusiasmo a recibir tu Palabra y tus Sacramentos
Tu luz es capaz de poner en evidencia las intenciones torcidas que aún
persisten en mi vida, como el egoísmo, la venganza, la soberbia y la vanidad;
son obstáculos de crecimiento en mi camino de vida
Libérame de todas esas opresiones y realiza en mí una nueva creación,
para así amarte y servirte con ardor perenne, como lo hizo María, sin reservas
y con humildad.
Cuento desde ya con tu gracia para ser portador de tu luz y llevarla con
valentía a los más desvalidos y abandonados.
Amén
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