De tu mano.
María, Madre mía, estoy contento de caminar tomado de tu mano,
porque así todo se me hace más fácil y voy seguro por el camino de mi vida en
la tierra, sabiendo que tú siempre estás a mi lado y que no me sueltas de la
mano, aunque a veces me sienta como abandonado por ti. Solo es como un juego de
tu amor que quiere que te busque para, al encontrarte nuevamente, te abrace y
me una más a ti. A veces tengo miedo, Madre, porque no sé qué me espera en el
futuro. Pero después pienso que tú también estarás en ese futuro y que me
consolarás si debo pasar por alguna enfermedad o prueba, y sé que tu mano
cariñosa y dulce enjugará mi llanto o aliviará mi dolor. ¡Qué suerte Madre que
te tengo conmigo! Jesús también te tuvo al pie de su Cruz y se consoló viéndote
y teniéndote cercana. Yo, con mayor razón, puedo esperar que tú estarás siempre
conmigo, y especialmente en el momento de la prueba y de la angustia. Te amo,
Madre querida.
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