Jesús, no quiero abandonarte, antes bien, deseo dar testimonio de ti a los hombres. Quiero darte a conocer a quienes no han oído hablar de ti. Sé que no será fácil, porque el mundo odia los que te pertenecemos, pero “Tú has vencido al mundo”, y con esa confianza, quiero aventurarme en el anuncio de tu Persona. Catholic.net
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La fe es garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven. http://la-oracion.com

viernes, 13 de enero de 2017

No le pidas



No le pidas a Dios que te dé grandes éxitos, sino pequeños adelantos diarios en la virtud.

No le pidas a Dios que aligere el peso de tu vida, sino fuerzas para llevar el que Él quiera ponerte.

No le pidas poder demostrar que tienes la razón, sino que te deje entrar siempre en el fondo de verdad que pueda tener el otro.

No le pidas que todo el mundo te escuche, sino guardar silencio para que puedas escuchar a los demás.

No le pidas tiempo para tus dificultades, sino para comprometerte con los males de otros.

No le pidas que te cambie de cruz, de lugar, de sufrimiento, sino adaptarte a aquella que ya viene calculada para tu condición, tu talla y tu estatura.

No le pidas felicidad plena, sino saber hacer dichosa la vida con lo que tienes a tu alcance.

No le pidas que todo te salga bien, sino saber cuáles son tus errores y tratar de enmendarlos.

No le pidas a Dios cumplir con todo lo que te ha mandado, sino saber ofrecerle algo de lo que nunca te ha pedido.

No le pidas el árbol más frondoso, sino el más rendidor. Ni el hogar más lujoso, sino el que tú tengas habilidad de manejar. Ni el dinero más abundante, sino el que mejor garantice tu salvación.

No le pidas tanto viento que te sople, sino mejor brújula que te oriente.

No le pidas la magia de la suerte, sino el merecimiento del trabajo.

No pidas muchos dones para lucirte en sociedad, sino una sola llave para encerrarte en su corazón.

No le pidas concebir muchos proyectos, sino una sola obra bien realizada.

No le pidas a Dios éxito rotundo, sino la rendija que siempre te deja ver el punto débil de tu pequeñez.

No le pidas la parcela menos árida, sino los mejores jugos para sembrarla.

No le pidas que nadie se interponga, sino que de todos sepas defenderte.

No le pidas que nunca te interrogue, sino que siempre te encuentre definido.

No le pidas desconocer el dolor, sino saber humanizarte con él.

No le pidas un cantero siempre florecido, sino que las podas te enseñen a retoñar, a revivir y a crecer.

No le pidas poder comprar todo lo que quieras, sino poder atesorar todo lo “incomprable”.

No le pidas retener toda la ciencia, sino vibrar con todas las emociones.

No le pidas poder regalar a tus amigos, sino perdonar a tus enemigos.

No le pidas ser talento, águila, luz, sino ser un instrumento siempre disponible.

No le pidas ser un tronco envidiable, sino una pasturita “queriendo subir”.

No le pidas ser un faro que manda su luz desde muy alto, sino una linternita que rastrea los recovecos oscuros que se van quedando dentro del hombre.

No pidas toda la sabiduría que cabe en Dios, sino toda la humanidad que cabe en el hombre.

No le pidas dinero para que te adulen, sino valores para que te respeten.

Y a la hora de morir, no le pidas “lo que te mereces”, sino lo que valen su sangre, su muerte y su cruz.

Zenaida Bacardí de Argamasilla
 



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