"Éste es mi Hijo amado, en quien me complazco". Estas
palabras fueron pronunciadas por el Padre Eterno en el momento del Bautismo de
Cristo. Nos las dice a nosotros también, pues somos hijos en el 'Hijo'.
Juan bautizaba con agua para un bautismo de conversión. Preparaba
los corazones para que el Mesías encontrara un pueblo bien dispuesto, abierto a
la gracia que sólo Él podía traer: el Bautismo en Espíritu Santo y fuego.
Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado el mundo. Él carga
con nuestros crímenes, males y enfermedades. Por eso se adentra entre los
pecadores para recibir el bautismo de Juan. Es el Justo por excelencia, pero no
tiene asco por los que va a redimir. Se mezcla entre ellos para ser
bautizado...¡Todo lo ha movido el Amor!
Ha llegado este momento tan especial: es la investidura como
Mesías, Ungido por el Espíritu Santo. Comenzará su vida pública y anunciará:
"Convertíos, porque el Reino de Dios ha llegado".
Nosotros, pobres pecadores, necesitamos la gracia de la conversión
diaria. Pidámosla a María Santísima. Que nos alcance la gracia de la conversión
y un amor fiel y grande por Jesús.
No olvides que eres su hijo amadísimo. Feliz Domingo. La Paz.
Alejandro María
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