«Hoy el mago encuentra llorando en la cuna a aquel que,
resplandeciente, buscaba en las estrellas. Hoy el mago contempla claramente
entre pañales a aquel que, encubierto, buscaba pacientemente en los astros.
Hoy el mago discierne con profundo asombro lo que allí contempla:
el cielo en la tierra, la tierra en el cielo, el hombre en Dios, y Dios en el
hombre; y a aquel que no puede ser encerrado en todo el universo incluido en un
cuerpo de niño. Y, viendo, cree y no duda; y lo proclama con sus dones
místicos: el incienso para Dios, el oro para el Rey, y la mirra para el que
morirá. Hoy el gentil, que era el último, ha pasado a ser el primero, pues
entonces la fe de los magos consagró la creencia de las naciones»
(S. Pedro Crisólogo, Sermones 160).
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