En
el Paraguay abundan las bellezas naturales: pero entre esa multitud de
dones que sembró la Providencia en su bondad hacia nosotros, ha de
sobresalir Caacupé, la villa de los milagros rodeada por cerros, arroyos
y una prodigiosa vegetación.
Caacupé es como un estuche de esmeralda que guarda una preciosa joya: la Virgen de los Milagros, hasta la cual no cesan de llegar los peregrinos de toda la república, en busca de consuelo y curas de sus males del espíritu y del cuerpo, o a pagar su deuda por una u otra salud recuperada.
Caacupé es como un estuche de esmeralda que guarda una preciosa joya: la Virgen de los Milagros, hasta la cual no cesan de llegar los peregrinos de toda la república, en busca de consuelo y curas de sus males del espíritu y del cuerpo, o a pagar su deuda por una u otra salud recuperada.
En
ómnibus, automóviles, carretas, a caballo y de a pie, todos los
Paraguayos hemos ido siquiera una vez en nuestras vidas a visitar a
nuestra Virgencita de Caacupé en busca de consuelo o para agradecerle
alborozados sus divinos bienes.
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