Pese a los
acontecimientos que, en el mundo,
son presagio
de destrucción y desolación.
Aún a
sabiendas de que, Tú siempre apareces,
sin demasiado
ruido y con el cortejo de la humildad.
Que te vea
venir, Señor.
Porque, a
veces siento,
que mis ojos
buscan lo efímero
que mis manos
acarician el gusto por las cosas,
que mis pies,
prefieren los caminos fáciles.
Que te vea
venir, Señor.
Porque,
muchas veces, estoy dormido.
Siento el
cansancio de la espera.
Me pregunto
si, tu venida, ya nunca ocurrirá.
Miro al
mundo, y me asusto de lo que acontece en él.
Que te vea
venir, Señor.
Necesito un
soplo de tu presencia.
La esperanza
de tu Palabra.
La seguridad
de tus promesas.
La justicia,
frente a tanta mediocridad.
Tu verdad,
ante tanta mentira.
Tu
nacimiento, ante tanta muerte.
Que te vea
venir, Señor.
Y, sólo así,
mi Señor,
la angustia
se convertirá en paz,
la tristeza
en alegría,
o, el llanto,
en gozo por tu venida al mundo.
¡Ven, y
sálvanos!
Amén.
P. Javier
Leoz
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