Entre otras cosas, porque sé, Señor
que Tú llegas por mí y para mí.
Porque ves el vacío que existe en el
hombre
si Tú no estás dentro.
¿Por qué tengo que estar alegre?
Porque soy consciente, Señor,
que la llegada de un amigo
altera la vida de una familia,
el orden al que estamos acostumbrados.
¿Por qué tengo que estar alegre?
Porque, ante las calamidades, Señor,
no es bueno acobardarse,
no es sensato reprimirse,
no es cristiano acomplejarse:
hay que sonreír, incluso, en la
aflicción.
¿Por qué tengo que estar alegre?
Alegre por tu llegada, Señor.
Alegre por tu Nacimiento, Señor.
Alegre porque, Tú, me das la fuerza.
Alegre porque vienes a levantarme.
Alegre porque mi ALEGRÍA eres Tú.
Alegre porque mi ILUSIÓN eres Tú.
¿Por qué tengo que estar alegre?
Porque al final de la oscuridad brillas
Tú, Señor.
Porque en los problemas socorre tu mano,
Señor.
Porque en las dudas, envías certezas.
Porque en la soledad, eres eterna
compañía.
Porque vienes, y si vienes, es para
estar conmigo.
¿Por qué tengo que estar alegre?
Porque, sin alegría, algo faltará en mi
corazón.
Porque, sin alegría, puede que pases de
largo, Señor.
Porque, sin alegría, la vida no es vida.
Porque, sin alegría, falta la luz a cada
uno de mis días.
Porque, sin alegría, ¿puedo acogerte en
mi casa, Señor?
¿Por qué tengo que estar alegre?
Simplemente porque al tenerte, Señor,
no siento otra cosa en mí sino la ALEGRÍA.
Tú, Señor, tu Nacimiento y tu llegada,
es la causa de mi gozo,
la música de mi alma,
la alegría de mi cara.
¡Gracias, Señor!
¡Tú eres la causa de mi felicidad!
P. Javier Leoz
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