Comienza hoy el mes de junio, dedicado al Sagrado
Corazón de Jesús, ese Corazón divino que fue atravesado por la
lanza en la Cruz, para que fluyesen de Él tesoros de gracia para
todos los hombres. Es como una fuente perenne, de la que todo
creyente y la Iglesia entera extraen energías siempre nuevas de
fe, esperanza y caridad.
"El culto que se da a la Eucaristía fuera de la Misa es de un
valor inestimable en la vida de la Iglesia. Dicho culto está
estrechamente unido a la celebración del Sacrificio eucarístico.
La presencia de Cristo bajo las sagradas especies que se
conservan después de la Misa –presencia que dura mientras
subsistan las especies del pan y del vino –, deriva de la
celebración del Sacrificio y tiende a la comunión sacramental y
espiritual. Corresponde a los Pastores animar, incluso con
el testimonio personal, el culto eucarístico, particularmente la
exposición del Santísimo Sacramento y la adoración de Cristo
presente bajo las especies eucarísticas.
Es hermoso estar con Él y, reclinados sobre su pecho como el discípulo predilecto (cf. Jn 13, 25), palpar el amor infinito de su Corazón. Si el cristianismo ha de distinguirse en nuestro tiempo sobre todo por el «arte de la oración», ¿cómo no sentir una renovada necesidad de estar largos ratos en conversación espiritual, en adoración silenciosa, en actitud de amor, ante Cristo presente en el Santísimo Sacramento? ¡Cuántas veces, mis queridos hermanos y hermanas, he hecho esta experiencia y en ella he encontrado fuerza, consuelo y apoyo!
Numerosos Santos nos han dado ejemplo de esta práctica, alabada y recomendada repetidamente por el Magisterio. De manera particular se distinguió por ella San Alfonso María de Ligorio, que escribió: «Entre todas las devociones, ésta de adorar a Jesús sacramentado es la primera, después de los sacramentos, la más apreciada por Dios y la más útil para nosotros».
Es hermoso estar con Él y, reclinados sobre su pecho como el discípulo predilecto (cf. Jn 13, 25), palpar el amor infinito de su Corazón. Si el cristianismo ha de distinguirse en nuestro tiempo sobre todo por el «arte de la oración», ¿cómo no sentir una renovada necesidad de estar largos ratos en conversación espiritual, en adoración silenciosa, en actitud de amor, ante Cristo presente en el Santísimo Sacramento? ¡Cuántas veces, mis queridos hermanos y hermanas, he hecho esta experiencia y en ella he encontrado fuerza, consuelo y apoyo!
Numerosos Santos nos han dado ejemplo de esta práctica, alabada y recomendada repetidamente por el Magisterio. De manera particular se distinguió por ella San Alfonso María de Ligorio, que escribió: «Entre todas las devociones, ésta de adorar a Jesús sacramentado es la primera, después de los sacramentos, la más apreciada por Dios y la más útil para nosotros».
La
Eucaristía es un tesoro inestimable; no sólo su celebración,
sino también estar ante Ella fuera de la Misa, nos da la
posibilidad de llegar al manantial mismo de la gracia. Una
comunidad cristiana que quiera ser más capaz de contemplar el
Rostro de Cristo, en el espíritu que he sugerido en las Cartas
apostólicas Novo millennio ineunte y Rosarium Virginis Mariae,
ha de desarrollar también este aspecto del culto eucarístico, en
el que se prolongan y multiplican los frutos de la comunión del
Cuerpo y Sangre del Señor."
SAN JUAN PABLO II
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