Cuando miramos un crucifijo, al ver a Cristo clavado con tres grandes clavos que taladran sus manos y pies, y al ver la cabeza llena de espina deberíamos pensar:
Gracias a la cruz conozco el extremo de tu amor por mi, Señor, Tus heridas y profundas llagas me darán fuerzas para seguir llevando mi pequeña cruz de cada día. Con María quiero ser fiel y permanecer contigo a los pies de la cruz.
Alejandro María
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