Yo veo esta alegre
asamblea de santos obispos que, por invitación de la santa Madre de Dios, María
siempre virgen, se reunió aquí con entusiasmo (...) Te saludamos María, Madre
de Dios, tesoro sagrado de todo el universo, astro sin declive, corona de
virginidad, cetro de la fe ortodoxa, templo indestructible, morada de lo inconmensurable,
Madre y Virgen, por lo cual se le llama Bendito, en los santos Evangelios, al
que viene en el nombre del Señor (...).
Te saludamos a Ti que has llevado en tu seno virginal lo que los
Cielos no pueden contener; a Ti, por quien la Trinidad es glorificada y adorada
por toda la tierra; por quien el Cielo se regocija; por quien los ángeles y los
arcángeles están llenos de alegría (...) ¡De modo que todo el mundo está lleno
de alegría!
Homilía del siglo V, tras la proclamación de María como “Theotokos”
por el Concilio de Éfeso (431)
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