Podemos leer en Mateo 1, 24: “Cuando José despertó, hizo lo que el
ángel le había mandado y tomó a su esposa con él”. Esta frase del Evangelio
dice mucho acerca de la armonía que había entre María y José. El fiat de María
y el fiat de José son el cumplimiento de la armonía original entre Adán y Eva,
la reanudación perfecta de la Alianza en el Sinaí.
La Alianza del Sinaí estaba dirigida a hombres y mujeres, y la
tradición judía lo subraya: "El Padre del universo proclamó las diez
palabras y oráculos... mientras la nación, hombres y mujeres, se habían reunido
en asamblea"1.
Al comienzo de la Nueva Alianza, un hombre y una mujer son llamados
y tenemos un anuncio para María (Lc 1, 26-38) y otro para José (Mt 1, 18-25).
María, después del diálogo con el ángel, da su asentimiento; José piensa
primero en separar su destino del de María hasta que el ángel le revela la
misión que le había sido reservada.
San Juan Pablo II escribió el 15 de agosto de 1988 sobre María:
"Al comienzo de la Nueva Alianza, que debe ser eterna e irrevocable, hay
una mujer: la Virgen de Nazaret". Y sobre José, el 15 de agosto de 1989:
"El hombre justo [José], que llevaba consigo toda la herencia de la Antigua
Alianza, también fue introducido al comienzo de la nueva y eterna alianza en
Jesucristo".
Gracias, entonces, al "sí" de una mujer (María) y al
"sí" de un hombre (José), Dios realiza la Nueva Alianza: el Hijo del
Altísimo, el Verbo Divino se reviste de nuestra carne para ser, de la manera
más sublime, Emanuel, Dios con nosotros, y ser llamado el Hijo de María (Mc 6,
3) o el hijo de José (Jn 1, 45).
La alianza realizada en el Monte Sinaí fue como el nacimiento de
Israel en su condición de pueblo de Dios. Aparece como el arquetipo de la
génesis misma del género humano en los orígenes del mundo. En el Sinaí, Dios
creó a Israel para establecer una alianza de amor. En el Edén, Dios creó a la
humanidad —representada por Adán y Eva— en un pacto de amistad.
Pero, así como después del Sinaí tendrá lugar el pecado del becerro
de oro, Adán y Eva desobedecieron y su relación, que anteriormente era
armoniosa, se rompió (Gn 3).
Sobre la base de su unión con Dios, José y María realmente vivieron
como una sola persona (Gn 2, 24).
1 Filón de Alejandría, Sobre el Decálogo 32
Fuente: A. Serra, Myriam, fille de Sion (“María, hija de
Sion), Médiaspaul, París 1999.
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