Quisiera que
centráramos nuestra reflexión de hoy en el hecho de que Jesús se sentó para
enseñarle a la gente. Una de las cosas que está perdiendo nuestra generación es
la capacidad de estar a solas con Jesús, la capacidad de sentarse con Jesús a
la orilla del lago y escuchar su enseñanza sin prisa.
Nuestro mundo agitado nos mete en un torbellino de actividades en donde, si acaso dedicamos algo de nuestra jornada a la oración y la escucha del Señor en su palabra, la mayoría de las veces es a la carrera. Me gusta imaginarme esta escena en donde la gente, sin prisa, se sentó a la orilla del mar a escuchar con atención las palabras de vida que el Maestro les anunciaba.
Quizás no puedas hacerlo todos los días, pero al menos, de vez en cuando, date tiempo para estar a solas con Jesús. Toma tu Biblia y sal a dar un paseo; busca un lugar tranquilo y ahí, en el silencio de tu corazón, y sin prisas, escucha la voz del Maestro, escucha su palabra. Te aseguro que regresarás a tu casa lleno de vida y del amor de Dios.
Nuestro mundo agitado nos mete en un torbellino de actividades en donde, si acaso dedicamos algo de nuestra jornada a la oración y la escucha del Señor en su palabra, la mayoría de las veces es a la carrera. Me gusta imaginarme esta escena en donde la gente, sin prisa, se sentó a la orilla del mar a escuchar con atención las palabras de vida que el Maestro les anunciaba.
Quizás no puedas hacerlo todos los días, pero al menos, de vez en cuando, date tiempo para estar a solas con Jesús. Toma tu Biblia y sal a dar un paseo; busca un lugar tranquilo y ahí, en el silencio de tu corazón, y sin prisas, escucha la voz del Maestro, escucha su palabra. Te aseguro que regresarás a tu casa lleno de vida y del amor de Dios.
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