erzos, pues su patética victoria estaba en peligro. ¿Quién como Dios? ¿Quién contra Dios?...
Pero como dice San Ignacio de Antioquía: "Y al príncipe de este mundo se le ocultó la virginidad de María y su parto y también la muerte del Señor". Convenía que fuese así para que con su inteligencia angélica vislumbrara quienes eran Jesús y María.
María nos trajo con su Fíat al Salvador, al Rey de la Gloria. Jesús nos dio a María por Madre y su vida divina derramada en el Altar de la cruz para que tengamos vida eterna. Además, nos dio la victoria sobre el mal con su resurrección. Por el Bautismo hemos sido incorporados a la muerte y resurrección de Cristo. Somos nuevas criaturas en Dios.
Pensemos en esto. Renovemos nuestras promesas bautismales y consagremos nuestra vida a Jesús por medio de María.
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