¿Quién, después de Tu Hijo, se
interesa como Tú en el género humano?
¿Quién nos defiende sin
cesar en nuestras tribulaciones?
¿Quién nos libra tan pronto
de las tentaciones que nos acosan?
¿Quién toma nuestra defensa
para disculparlas en los casos desesperados?
En virtud de la fuerza que Tu maternidad te ha concedido ante Tu Hijo, aunque seamos condenados por nuestros pecados y que no nos atrevamos más a mirar hacia el Cielo, Tú por medio de Tus súplicas e intercesión nos salvas del suplicio eterno.
En virtud de la fuerza que Tu maternidad te ha concedido ante Tu Hijo, aunque seamos condenados por nuestros pecados y que no nos atrevamos más a mirar hacia el Cielo, Tú por medio de Tus súplicas e intercesión nos salvas del suplicio eterno.
Por eso el afligido en Ti
se refugia, el que padece la injusticia a Ti recurre, el que está dentro del
mal invoca tu asistencia.
Todo lo que viene de Ti,
Madre de Dios, es maravilloso, todo es más grande que la naturaleza, todo
supera nuestra razón y nuestras fuerzas.
San Germán de Constantinopla
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