Jesús, no quiero abandonarte, antes bien, deseo dar testimonio de ti a los hombres. Quiero darte a conocer a quienes no han oído hablar de ti. Sé que no será fácil, porque el mundo odia los que te pertenecemos, pero “Tú has vencido al mundo”, y con esa confianza, quiero aventurarme en el anuncio de tu Persona. Catholic.net
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lunes, 5 de diciembre de 2016

Reflexión - Adviento




Muchas veces me pregunto: María, Madre mía, ¿Cómo es posible que hayas vivido bajo el mismo techo con Jesús, siendo a la vez Hijo y Creador tuyo sin morir de amor? ¿Cómo le mirabas? ¿Cómo le hablabas? ¿No temblabas ante su presencia? 

Dios se ha hecho hombre, tan cercano, tan humano que sobrepasa nuestro entendimiento. Así dispuso su Divina Majestad desde toda la eternidad: que el Verbo de Dios se encarnara para efectuar la Redención de los hombres, pues nadie más estaba capacitado para realizar esta obra infinita.

Si María trató con tanto amor, sumo respeto y reverencia a su Divino Hijo...y Jesús nos dice que "lo que hicisteis con uno de estos, mis humildes hermanos, a Mí me lo hicisteis"...¿No tendríamos que tratar con el más sumo cuidado a Cristo en el prójimo? En cada hombre está Cristo. Debemos de pedir fe, más fe, fe viva, para descubrir detrás de cada rostro humano el Rostro del Hijo de Dios. 

¿Y no deberíamos acercarnos al Santísimo Sacramento como María lo haría con Jesús, estando presente de manera verdadera, real y substancial? Nuestros pies deberían temblar cuando entramos a una adoración eucarística, o cuando estamos en la fila para recibir la Sagrada Comunión. Dios tan cerca, tan cerca de mí... ¿En qué ando pensando, Dios mío?

Meditemos durante este Adviento la presencia -tan cercana- del Emmanuel, Dios con nosotros.

Alejandro María


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