La causa de que, en
medio de nuestros males,
nos infundas valor
y esperanza
y, en las
tinieblas, disipes con tu luz
aquello que no nos
permite verte o encontrarte.
¡Eres nuestra
sonrisa, Señor!
Vienes y, porque
apareces pequeño,
disparas nuestras
ganas de vivir,
de aportar ilusión
a nuestro mundo.
Haces que, nuestros
corazones,
brillen destellos
de generosidad y de amor.
¡Cómo no vamos a
estar alegres, Señor!
Eres Tú quien abres
nuestros labios
para que, sin decir
nada,
riendo lo digan
todo: ¡Vas a nacer!
Eres Tú, quien al
acercarte hasta nosotros,
alzas con tu
humildad nuestra débil condición.
Animas, con tu
llegada divina y oportuna,
los fracasos
aparentes de la humanidad.
¡Eres nuestra
sonrisa, Señor!
Fuente de una
felicidad inexplicable.
Surtidor de una
alegría indescriptible.
Maná de un gozo santo,
bueno y eterno.
Manantial que,
cuando uno bebe,
siente que la Vida,
brota en nuestra pobre vida.
¡Gracias, Señor,
por tu venida!
Te sentimos y,
porque intuimos tu presencia,
estamos jubilosos,
expectantes,
contentos y mirando
hacia el cielo.
¿Sabes por qué,
Señor?
Porque Tú, Jesús,
aunque algunos no se den cuenta,
sigues dando
alegría profunda… alegría verdadera.
Amén.
P. Javier Leoz
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