En la Eucaristía se ha querido quedar Nuestro Señor Jesucristo, y
en este augusto sacramento está compendiado todo el misterio de la redención.
De modo que no podemos hacer algo más grande que comulgar bien.
Por eso no dejemos pasar los días, los meses y hasta los años, sin acercarnos a comulgar frecuentemente, de ser posible diariamente. Porque comulgando con las debidas disposiciones, alabamos a Dios, lo adoramos y agradecemos por todo lo que ha hecho, hace y hará por nosotros, por quienes amamos, y por el mundo entero.
Si nos parece que el mundo no cambia, y que nosotros no cambiamos, a no descorazonarnos, sino vayamos a comulgar, hoy, mañana y pasado mañana, y cada día, porque el cambio en nosotros y en el mundo lo hará la misma Eucaristía, ya que este alimento es no sólo milagroso, sino que es un Milagro infinito, que contiene al mismo Dios, y este Sacramento tiene la potencia de cambiar los corazones y el universo entero.
¿Queremos hacer algo por nuestros seres queridos a los cuales vemos sufrir de muchas maneras? Vayamos a comulgar por ellos. ¿Queremos que los desamparados encuentren consuelo y amparo, y que los pobres y huérfanos sean socorridos? Vayamos a Misa y comulguemos. ¿Queremos que nos vaya bien un negocio temporal o un trabajo o estudio? No dejemos ni un solo día de participar de la Santa Misa y comulgar en ella. Porque todas las soluciones nos vienen de la Comunión bien recibida.
Aprovechemos todavía que tenemos Misa, que tenemos sacerdotes, y que tenemos Eucaristía. Porque está profetizado que llegará un tiempo en que se suprimirá la celebración de la Santa Misa, sacrilegio horrible obrado por el Anticristo, y que durará tres años y medio. Por eso ahora que tenemos quizás alguna iglesia tan cerca de nuestra casa o trabajo, no dejemos que Jesús quede solo, sin poder venir a nuestro corazón en forma sacramental, pues sería una falta de gratitud de nuestra parte si pudiendo ir a recibirle, no lo hacemos.
Y no pensemos que para acercarnos a comulgar hay que ser perfectos y santos. Sino que debemos acercarnos a la Mesa eucarística justamente porque no somos ni perfectos ni santos, pero queremos llegar a serlo, y es la Comunión diaria la que nos hará santos. Basta que nos acerquemos a comulgar en gracia de Dios, con una hora de ayuno y sabiendo lo que vamos a recibir.
Jesús nos espera en la Misa. María nos espera junto a Jesús. Teniéndolos a Ellos, lo tenemos todo.
¡Cuántas gracias recibimos por ir a Misa y comulgar en ella! Evitamos accidentes y desgracias materiales, y también evitamos desgracias espirituales, pecados. Y la Comunión nos fortalece para alejarnos cada vez más del diablo, y acercarnos mucho a Dios.
Tenemos la solución a nuestros problemas, sean del tipo que sean: Participar diariamente de la Santa Misa y comulgar. Si hacemos así, Dios se encargará de arreglar nuestras cosas.
Y quien realmente no pueda ir a Misa diariamente, que rece el Santo Rosario todos los días, y verá lo que son milagros.
Y ya que están de moda los “combos”, hagamos ambas cosas a la vez: Recemos el Rosario todos los días y vayamos a Misa diariamente y comulguemos, y Dios nos sorprenderá maravillosamente a nosotros y a quienes amamos.
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