Mira en este Adviento a José. Él jamás dudó de la Virgen. En
ocasiones nos presentan una figura errada del Santo Patriarca. San José no dudó
nunca de que la Santísima Virgen siguiera efectivamente Virgen. Él sabía muy
bien que Ella estaba llena de una gracia especial como ninguna criatura, que su
Corazón era puro, todo de Dios, que estaba llena de virtud.
Pero se sobresaltó cuando vio que el sagrado vientre de su esposa
empezaba a crecer. No podía entender: 'No hay criatura en la tierra como
Ella. Sé muy bien que no ha pecado, pero también veo que está encinta. ¿Qué
misterio se escapa a mis ojos? Y si esto tiene que ver con obra
sobrenatural...¿No entorpeceré los planes del Altísimo? La repudiaré, en
secreto. Ella es inocente. Seré yo quien quedaré ensuciado, abandonando a mi
esposa y huyendo del hogar sin más explicación...'. Podemos imaginar algo como
esto en la angustiosa turbación de San José.
Él creía antes en la gracia que en la naturaleza. Creía que María
podía concebir sin obra de varón antes que pecar. Muchos teólogos apoyan esto,
y es razonable, puesto que lo contrario hiere la piedad hacia el Santo
Patriarca. Por otro lado, Dios no dejaría que se manchase con semejante duda la
mente del Santo que había elegido como padre en la tierra para su Divino Hijo,
ni la integridad y virginidad de la Virgen Santísima.
Ahora mira a María: pura, obediente, dócil a Dios, cumpliendo de
manera perfecta la voluntad del Padre Eterno y sosteniendo en sus brazos al Rey
de la Gloria.
Por último mírate a ti, asombrado, contemplando la escena. Cree,
adora, espera, siente, ama, ama, ama. Llora de amor y contempla
Alejandro María
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