“No me quieras por lo que traigo, espérame porque vengo”.
Domingo
de este tiempo ordinario en el que, una vez más, caemos en la cuenta de la
importancia de lo material para seguir en pie: hoy el pan de cada día.
1.- ¿Dónde está el secreto de la generosidad cristiana? ¿En la cantidad?
¿En la calidad? ¿En el personalismo? ¿En el mandamiento del amor? ¡No! ¡Va
mucho más allá! La multiplicación de la generosidad cristiana arranca y nunca
se aparta de esa fuente inagotable de misericordia que es Dios.
-El corazón del Señor es amor: quien lo toca, da amor
-Las entrañas del Señor son alimento: quien las descubre, alimenta a los demás
-La mente del Señor piensa en el otro: quien se acerca a ella siente la llamada a
pensar en los que le rodean.
O dicho de otra manera: la cantidad no asegura la generosidad (cuántos
ricos que no ofrecen ni migajas) y, la pobreza puede compartir incluso lo que
no se tiene (cuántos humildes son felices de dar algo de lo poco que poseen).
2.- Jesús, en ese sentido, nos daba por goleada: multiplicaba el pan pero,
además, hablaba y tocaba el corazón. Puede que, al principio, lo siguieran
porque curaba enfermos, levantaba paralíticos o veían la luz los ciegos. Puede
incluso que, los hambrientos, estuvieran más pendientes de su mano que hacía
prodigios que de sus labios que hablaban del reino. ¿Y luego? Luego, aun con
sus miserias, creyeron en Él. Lo tuvieron como un ser inigualable, profeta,
Hijo del Altísimo y Salvador de los pobres.
3.- Todos, cada día, debiéramos de mirar nuestras manos. No para que nos
lean el futuro, cuanto para percatarnos si –en esas horas– hemos realizado una
buena obra; si hemos ofrecido cariño; si hemos desplegado las alas de nuestra
caridad; si hemos construido o por el contrario derrumbado; si nos hemos
centuplicado o restado en bien de la justicia o de la fraternidad.
Si, amigos. Cada día que pasa, cada día que vivimos es una oportunidad que
Dios nos da para multiplicarnos, desgastarnos y brindarnos generosamente por
los demás.
Al fin y al cabo, en el atardecer de la vida, nos examinarán del amor.
Dejarán de tener efecto nuestras cuentas corrientes. Nuestras inversiones.
Nuestros apellidos y nobleza. Nuestra apariencia y riqueza y comenzará a valer,
su peso en oro, las manos que supieron estar siempre abiertas.
Javier Leoz
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por dejar tu comentario, me alegra el alma