Permite que te sean familiares dos pensamientos sublimes que han proporcionado
gran serenidad a los atribulados y a los que sufren y que, incluso han logrado
hacer de ellos santos:
Todo cuanto sucede en nosotros y en torno nuestro, en los acontecimientos privados y públicos, en el mundo físico y en el moral, y principalmente cuando el mal nos aflige, todo sucede por voluntad o por permisión de Dios.
Todo cuanto sucede, aún los más mínimos detalles, es lo que es más
conveniente y lo mejor para cada uno de nosotros, aun cuando sea contrario a los puntos de vista más prudentes.
No te turbes, pues, en las adversidades: éstas están destinadas a producir frutos de salvación que tú desconoces ahora, pero que Dios ha pensado para ti.
Están cuidadosamente proporcionadas a tus necesidades por la Divina Providencia, que ha señalado, con cálculo delicado, su intensidad, su duración, sus límites precisos.
Nadie puede hacerte el menor daño, causarte un dolor, ocasionarte un mal, sin que Él lo sepa y lo permita.
Y si ha elegido para ti un camino de especial sufrimiento, no alces tu voz en son de rebeldía: este es el camino de los predilectos de su Corazón.
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