Es fácil surcar los mares de la desesperanza,
porque Tú pones al fondo horizontes ciertos.
Es posible creer en un más allá,
porque, tu imagen, nos empuja a la divinidad.
La fe, aún con dudas e interrogantes,
se convierte en un “SÍ” como el tuyo en Nazaret.
Contigo, Virgen del Carmen.
La barca de la Iglesia avanza y no se detiene,
los pies caminan a pesar de los tropiezos.
Los ojos miran aún a riesgo de no ver nada.
El corazón ama sin esperar nada a cambio.
Contigo, Virgen del Carmen.
La oscuridad es iluminada por tu presencia,
una presencia, que en obediencia,
es maternal, cercana, comprometida y afable.
Sabemos, Virgen del mar,
que Tú empujas nuestra débil navegación,
que Tú colocas en nuestras manos
los remos de la alegría, la esperanza y la caridad.
Sabemos, Estrella del mar,
que cuando creemos hundirnos en mil miserias,
Tú, de nuevo, nos sostienes,
porque, Tú, eres salvavidas de los que en Ti confían.
¡Cómo no darte gracias,
faro en el alta mar de nuestra vida!
Tú, en medio de la tormenta, eres voz que calma.
Tú, en medio de la oscuridad, eres luz.
Tú, en medio de la incertidumbre, eres verdad.
Tú, en medio del caos, eres respuesta.
Tú, en medio de las olas, eres mano tendida
Contigo, Virgen del Carmen.
Nos sentimos marineros de Cristo,
bregando con los remos de la fe y de la esperanza,
dirigiéndonos con la brújula del Evangelio,
y alertándonos con la sirena de la eternidad.
Amén.
P. Javier Leoz
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